San Fernando, Patrón de Sevilla
Fernando III, Rey de Castilla, nació en Peleas de Arriba (Zamora) y se convirtió en sevillano de adopción al morir, después de reconquistar la ciudad. Hijo de Alfonso IX, Rey de León, y de Berenguela I, Reina de Castilla, fue el encargado de unificar ambos reinos. Durante 24 años de guerra incesante, recorrió el Valle del Guadalquivir obligando a retroceder a los reinos musulmanes.
Aprovechó el río Guadalquivir para expulsar a los musulmanes y acabar con el reinado califa. Fernando III de Castilla encargó a Ramón de Bonifaz la construcción de una flota para tomar Sevilla. Trece barcos traídos de Cantabria, acompañados por galeras, subieron la corriente del río por Sanlúcar de Barrameda, hasta llegar a Isbiliya, donde la flota musulmana era superior en número.
Con ayuda de refuerzos terrestres se consiguió la victoria en el Guadalquivir, comenzando así el asedio terrestre a Sevilla en agosto de 1247. Mientras refuerzos de Amen Amanfon no cesaban de llegar desde San Juan de Aznalfarache, aprovechando el puente de barcas para atravesar el río, Fernando III decidió romper las fuertes cadenas que aguantaban las barcas, cortando, así, las dos vías de comunicación fundamentales musulmanas: el río y el puente. Meses después, un 23 de noviembre de 1248, el emir Axataf capitulaba y entregaba las llaves de la ciudad a Fernando III. El Rey Santo ponía fin al dominio árabe.
Tras su gran victoria y en agradecimiento a Dios, construyó sobre la mezquita de Sevilla el mayor templo católico de la Cristiandad. Desde su muerte el 30 de mayo de 1252 sus restos reposan allí en una urna labrada por Laureano de Pina que se abre el día de su festividad para que los sevillanos acudan a rendir pleitesía al Rey Santo que recuperó su ciudad del reino musulmán y que, además, trajo consigo a su protectora, Patrona de la Archidiócesis, la Virgen de los Reyes.